EL PINTOR DE LO INVISIBLE
Cuando las horas más intensas de
una persona elucubran las preguntas, que en el recuerdo habitan. Cuando la
intensidad de estos elementos, son capaces de ser figurados con un dominio
técnico y una claridad que lo traspasa, materializándolos en una sincronía
sensible en el lienzo. Cuando, en definitiva, esta conjunción emociona, estamos
ante un gran pintor.
Francisco Pérez Rubio
emociona. La humildad de los elementos
desciende desde el pasado de la sencillez y la pureza de lo perfecto.
Admiramos el sentimiento último en el que se escriben sus pequeñas historias
biográficas. En definitiva, su honradez más desnuda y latente. Nos gotea su
pasado mediterráneo, y esa luz delicada en tonos fríos, que difícilmente eleva
la voz: palidez repetitiva en los sienas, en los azules, en los blancos tocados
de gris, que uno teme se vayan a desbordar
dejando solo al sencillo personaje o útil central.
El pintor centra su atención en
el hombre, aun a pesar de que éste no está presente. Se intuye que unas manos
pueden aparecer en su fregadero a reanudar alguna tarea, o que las palomas han
sido alimentadas un instante antes. Entretanto, siempre como una constante,
esos hombres al fondo, complejos, puro color de tierra reposando en sus dobles
imágenes, en su delicadeza de línea o en su difusa expresión, como mensaje y
última sensación de credibilidad. Humanismo en definitiva, con la luz y la
claridad inventadas y particulares de Pérez Rubio.
Su universo personal es limpio,
pero, ¿por qué esas fugas de líneas indeterminadas, por qué esa otra lectura en
los fondos? . Así es la máscara, la
onírica pregunta en él. Interrogante sólo. El pintor como hombre está ya por
encima de las conveniencias, todo su mundo tiende a la sinceridad más
determinante, y donde ésta no alcanza, su tortura, su propia tortura, entra en
el caos de un desordenado orden de abstracción.
Pérez Rubio llueve sereno con su
pintura y su madurez en el panorama nacional. Es un claro exponente de la
constancia como pintor, alejado de los vericuetos caminos donde el arte
difumina su sentido y se torna influencia y compromiso, está como un reto en
pie, a la espera. Un Pintor con obra conocida en los solares de New York,
México, París, que contempla la árida fisonomía de su tierra natal Fortunera, o
el salvaje cromatismo lunar de Benejúzar
a la espera, con el sereno orgullo del que sabe de verdad, de él y de
sus amigos.Luis Belda Benavent
Hombre de la Sandía
Óleo sobre madera de abeto. (180 x 125 cm)
El tío Ginés II
Óleo sobre madera de abeto. (150 x 120 cm )
Fregadero
Técnica mixta, collage y óleo, sobre tabla de abeto (150 x 120 cm )
REFLEXIONES DEL
PINTOR
Los finales de siglo son siempre
algo traumáticos e innovadores, o al menos un poco transformadores.
Con este afán están surgiendo
nuevas técnicas para aplicar en todos los ámbitos: en pintura, ordenadores, fotocopiadoras,
fax, fotografía, vídeo etcétera.
Parece como si quisiéramos hacer
de la pintura una un concepto mental, ya no espiritual: el objeto o la forma ya
no son protagonistas de la obra de arte, sino un pretexto para hacer la
pintura.
Salvo algunos que conciben el
arte como un prêt-a-porter o arte de temporada, la palabra o el concepto
libertad está tremendamente vivo, repasemos la panorámica del arte en España,
sin salir al exterior, tenemos vivos a unos clásico de lujo, Toral, y en
contraposición Tápies; por eso me molesta mucho cuando en ciertos círculos se
cuenta y se comenta lo que se lleva o no se lleva en arte, pasando a un segundo
término, de una forma bochornosamente inexplicable, la ejecución, el estilo y
la calidad de algunas obras.
Uno de los fines del arte,
para mí, es el encuentro con la belleza,
esté o no esté de moda (y siempre lo está). Pienso que todo ser humano tiende a
aproximarse al máximo a ella, en todo, pero la belleza no siempre es visible ni
se deja atrapar fácilmente, precisamente por eso se nos hace más deseable. No
siempre se nos hace presente; a veces se
nos hace ausente. Sin embargo, la
intuimos siempre, en las artes ocurre así, puede estar de algo, por humilde y
sencillo que sea, y por ello nos atrae.
Yo no estoy afianzado
absolutamente en nada ni a nada. Mi obra está influenciada por todo aquello que
a mí pueda decirme algo en cualquier momento, lugar o situación. Esa es mi
forma de ejecutar. Hoy lo siento así y así lo plasmo.
Ocurre muchas veces que al día
siguiente no estoy de acuerdo con lo que hice el día anterior, soy un
investigador del arte, así pienso así voy a continuar siendo; abierto a todo lo
que sea interesante para mi trabajo; de otra forma me aburriría y dejaría de
pintar.
Pérez Rubio, 1990